miércoles, 5 de marzo de 2014

CARTA DEL DIRECTOR DEL SECRETARIADO DE HERMANDADES Y COFRADÍAS

BUSQUEMOS LO ESENCIAL

Se acerca de nuevo el tiempo de Cuaresma. Momento privilegiado que significa entrar en un tiempo de gracia, de conversión y renovación. Tiempo para dejarnos conducir por el Espíritu para cumplir la misión de Jesús. Tiempo para que, siguiendo los pasos de Jesús, renovemos nuestra fidelidad al Evangelio; para prepararnos a subir a Jerusalén y acompañarlo en su pasión y muerte  y disponernos a recibir en plenitud la gracia de su resurrección. Tiempo en definitiva para volver a lo esencial.
Pero ¿que es lo esencial? La respuesta es muy sencilla: aquello sin lo cual cualquier ser o cualquier institución pierde su identidad y deja de ser lo que debe ser.
En el caso de las Hermandades y Cofradías, lo esencial no son aquellos datos que aparecen, de vez en cuando, en los medios de comunicación: la adquisición de un nuevo trono o enseres, la restauración de unas u otras piezas, la variación del recorrido de una procesión o la hora de salida, la celebración de elecciones o las divisiones internas entre los hermanos, que es lo que a menudo aparece como lo único interesante, al menos para cierto público, que en ocasiones traslada a los demás algo muy distinto de lo esencial.
En las Hermandades y Cofradías, lo esencial, lo constitutivo, aquello sin lo cual faltarían algunos elementos esenciales y definitorios viene dado y definido en el Código de Derecho Canónico de la Iglesia, en cuyo canon 298 nos dice que son asociaciones de fieles aprobadas y erigidas por la autoridad eclesiástica, cuyos fines son “fomentar una vida más perfecta, promover el culto público o la doctrina cristiana, o realizar otras actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal”.
Así, este tiempo que se nos regala en la Iglesia que es la Cuaresma, es un tiempo de gracia para convertirnos, renovarnos y nacer de nuevo y no perder nuestra esencia.
            Por eso permitidme que, desde estas letras, os escriba algunas ideas y sugerencias para vivir nuestra cuaresma y no perder nuestra esencia:

1.- Retiro o ejercicios cuaresmales: Necesitamos del desierto y el silencio, para penetrar con hondura, sinceridad y verdad dentro de nosotros mismos, tomarnos el pulso y la temperatura de nuestra vida y descubrir si estamos caminando como Dios quiere o caminamos en vano.

2.- La oración y la escucha de la Palabra de Dios. En ella confrontamos nuestro tono espiritual débil y vacilante con el plan de Dios sobre nosotros. En ella reconocemos nuestras miserias, nos encomendamos a la piedad del Dios compasivo y misericordioso que nunca se cansa de perdonarnos; un cristiano sin oración es una desgracia y es pues,  inexcusable que en el camino de nuestra Cuaresma no busquemos espacios más largos que de ordinario para la oración intensa, humilde, confiada, que nos ayude a ahondar en el espíritu de conversión.

3.- La limosna discreta y silenciosa, sólo conocida por el Padre que ve en lo secreto (Mt 6,4), y que sale al paso de los hermanos que sufren; de los más pobres y necesitados en esta coyuntura que nos toca vivir de crisis económica y de valores.

4.- El sacramento de la penitencia: La propia experiencia del perdón y de la misericordia de Dios es necesaria y es un campo específico en el camino de la Cuaresma. Es un encuentro con Jesús donde se toca de cerca su ternura. Jesús nos espera a cada uno de nosotros para darnos su descanso.

5.- Formación permanente: La Iglesia necesita católicos bien preparados y con las ideas claras, capaces de dar razón de su fe y de su esperanza. Para ello no basta con sólo algunas charlas o con las catequesis que recibimos en la infancia. A las nuevas objeciones y problemas que se nos plantean en relación con la fe, en esta coyuntura histórica concreta, por animadversión o por ligereza, hay que saber responder con una fe adulta, es decir, cultivada y profundizada con seriedad. Y esto sólo es posible con una formación permanente y metódica. El tiempo que dedicamos a nuestra formación en la fe puede ser un termómetro fiel del lugar real que damos a Dios en nuestra vida. Si tenemos tiempo para leer el periódico, seguir los deportes o salir con los amigos; si dedicamos tiempo para mantenernos al día en el campo profesional, ¿cómo no encontrar tiempo también para cultivar en nuestra fe?

Os invito, pues, a que nada nos distraiga de lo esencial: Jesucristo, que es mucho más que una idea, un sentimiento, unas tradiciones e, incluso, que un sistema de valores éticos y morales. Sólo el encuentro personal, hondo y cálido, con Jesucristo salvador y redentor del hombre y del mundo, vivo en su Iglesia, que transforma nuestras vidas desde dentro y que se hace presente de modo eminente en la liturgia del Triduo Pascual, dará sentido y autenticidad a todo lo demás.
Ya decía el Papa Pío XI que tenemos que dar gracias a Dios por hacernos vivir en tiempos difíciles, en los que no está permitido a nadie ser mediocre”.


Antonio Manuel Travé Morales

Dir. Srio. De Hermandades y Cofradías. 

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