SAN TORCUATO PATRÓN DE LA DIÓCESIS

Trabajo realizado por el Secretario de nuestra Hermandad, cuando formaba parte de la Comisión Gestora de la Hermandad Diocesana de San Torcuato y San Fandila, para la elaboración de un borrador de Estatutos. Lo traemos a este blog por el interés que pueda suscitar para conocer la figura del Patrón de la Diócesis de Guadix. Sirviéndose de varias fuentes y elaboración propia. Así mismo se pone una posible relación de nuestra Hermandad de San Juan Evangelista con la de San torcuato.

BREVE HISTORIA DE LA HERMANDAD DIOCESANA DE SAN TORCUATO Y SAN FANDILA

La Hermandad Diocesana de San Torcuato y San Fandila, con sede canónica en la S.A.I. Catedral de Guadix se considera heredera y a la vez transmisora del culto a San Torcuato junto al resto de los Varones Apostólicos, Santa Luparia y San Fandila, culto que se ha mantenido a lo largo de los siglos.

Historia de San Torcuato
Según la tradición, ACCI es considerada la primera ciudad convertida al cristianismo en Hispania, y primera sede episcopal, fundada por San Torcuato, quien con los llamados Varones Apostólicos, desembarcó en Adra, y desde allí se dirigió al Guadix hispanorromano, cruzando lo que actualmente conocemos como el Puerto de la Ragua y siguiendo los caminos de acceso a la población más importante, llegó a la antigua ACCI, culminándose la hazaña con la conversión de la ciudad y lo que supondría este hecho para la religión cristiana.

Para entender mejor la historia de los Siete Varones Apostólicos, nos remontamos unos años atrás cuando el Apóstol Santiago, conocido también como Santiago el Mayor o “el del Zebedeo”, y hermano de San Juan Evangelista, uno de los “boanerges” o “hijos del trueno”, como los llamaba Jesús por su vehemente carácter, viene a Hispania a Evangelizar, consiguiendo convertir tan sólo a nueve gentiles, llamados Atanasio, Teodoro, Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio, en tierras del norte de España, situando este hecho quizás en tierras gallegas o asturianas. Entendiendo por sus nombres que los recién convertidos salvo alguno, eran de familia romana. Sobre el año 40, no dando más fruto su deseo de expansión de la buena nueva de Jesucristo, desesperado y estando a orillas del río Ebro en Zaragoza y en compañía de estos nueve discípulos orando a Dios, se le apareció “en carne mortal” la Santísima Virgen al grupo sobre una columna de jaspe, sobre el famoso “pilar” que ha dado nombre a su advocación como “la Virgen del Pilar”, dándole ánimos para que perseveraran pese al aparente fracaso evangelizador, y le dijo a Santiago que lo que él no había logrado lo lograrían sus discípulos. La Virgen le indicó que edificara un templo en su honor, siendo el primero en erigirse en el mundo en vida de la Reina de los Ángeles, llamada así porque fue trasladada por ángeles desde Jerusalén en carne y hueso. Tras iniciar su construcción dejó en el encargo y cuidado a Atanasio y Teodoro, llevando consigo al resto de sus discípulos a Jerusalén. En este tiempo tendría lugar la dormición o tránsito y asunción de la Virgen, por lo que Santiago y sus discípulos recibirían antes de este suceso la bendición de la Santísima Virgen, ya que para el tránsito de Nuestra Señora los Apóstoles permanecieron todos juntos, con lo que Santiago ya se encontraría de nuevo con sus discípulos en Jerusalén. Mientras durante el viaje, Santiago seguiría su tarea evangelizadora y tras la conversión de algunos judíos, en particular la de Hermógenes, se presentó la población judía ante Santiago y sus siete discípulos, y alborotada, les increparon y trataron de impedir que siguieran predicando la doctrina de Cristo. Santiago, recurriendo a las Escrituras, les demostró como en Jesús se habían cumplido todas las profecías que en ella se contenían acerca del nacimiento y sacrificio del Mesías, y probó estas verdades con tal claridad que muchos de los judíos se convirtieron. Esto provocó tan enorme indignación en Abiatar, a quien correspondía el ejercicio del pontificado aquel año, que sublevó al pueblo contra el apóstol. Algunos de los amotinados lograron apoderarse de él y lo condujeron en presencia de Herodes Agripa y consiguieron que éste lo condenara a muerte siendo decapitado, pasando a ser el primer mártir de los Apóstoles. No se pudo enterrar sus restos ya que fueron echados fuera de la ciudad para que las alimañas se lo comieran. Sus discípulos encabezados por San Torcuato, por ser al parecer el primero que convirtió Santiago y por ser el de mayor edad, se hicieron con su cuerpo y cabeza y milagrosamente embarcaron llegando en poco tiempo de nuevo a Hispania para enterrar a Santiago. No sin antes pasar por grandes sufrimientos y calamidades, lograron por fin dar sepultura al Apóstol Santiago. Quedaron en custodia de su sepultura los discípulos que se habían quedado en Zaragoza y que tras estos años de ausencia de Santiago en España habían regresado a Galicia, Atanasio y Teodoro. Parece que Santiago ordenó se le enterrase en tierras gallegas, quizás por el afán de llevar la fe de Cristo hasta los confines de la Tierra, y hasta ese momento se consideraba a Finisterre como el fin del mundo.

Los sietes discípulos de Santiago viajan hasta Roma donde son ordenados Obispos por San Pedro y San Pablo, y los mandan de nuevo volver a Hispania ya siendo prelados por conocer el terreno y costumbres de los gentiles para intentar implantar el cristianismo de una vez en la Península Ibérica, y ya como los Siete Varones Apostólicos.

En el siglo I la colonia romana "Julia Gemela Acci", era uno de los centros religiosos paganos más importantes de occidente, a este lugar, según la tradición, los Apóstoles San Pedro y San Pablo enviaron a San Torcuato y a seis compañeros: San Segundo, San Indalecio, San Tesifonte, San Eufrasio, San Cecilio y San Hesiquio, para predicar el cristianismo y evangelizar la zona. El Papa Juan Pablo II en su primer viaje a España del año 1982 pronunció las siguientes palabras refiriéndose a España: “...fue conquistada para la fe por el afán misionero de los Siete Varones Apostólicos”.

Llegaron tras su desembarco a Abdera (Adra) y entraron tierra adentro hasta las proximidades de ACCI (Guadix) en la segundad mitad del siglo I. Fatigados por el camino deciden descansar en un fresco y apacible valle, mandando a algunos de ellos a por alimentos a la ciudad, y se encontraron que los accitanos estaban rindiendo unas celebraciones en honor de los dioses Júpiter, Mercurio y Juno. Los paganos al verlos que vestían de forma diferente y que tenían otra religión le hicieron ver que su presencia no era de su agrado. Los compañeros de San Torcuato que se habían acercado a la ciudad volvieron donde se habían parado a descansar, en busca de éste y los demás Varones Apostólicos. Los gentiles les siguieron y los persiguieron para acabar con sus vidas hasta el río, pero nada más cruzar el puente los Siete Varones Apostólicos, se derrumbó milagrosamente, hundiéndose los paganos y los siete hombres se salvaron, y dieron gracias a Dios. La población autóctona encabezada por la matrona romana Luparia quedó horrorizada y pasó del odio al respeto por los forasteros. Dicha Senatriz Luparia los llamó y pidió verlos. Poco después se convirtió a la fe cristiana y fue bautizada en un altar dedicado a San Juan Bautista, que el propio San Torcuato le mandó que construyera para poder ser bautizada. A Santa Luparia le siguieron muchos paganos. A partir de aquellos momentos, San Torcuato fundó el primer obispado de la península ibérica.

Al parecer en su huida durante la persecución se dirigieron hacia las cercanías de la población de Lopera que está situada cerca del río Fardes. A lo largo de los siglos se ha considerado como un cortijo. Los historiadores nos dicen que el nombre de esta localidad tiene su origen en una villa romana del Bajo Imperio, su nombre deriva del latín lupus, que se traduce como lobo, y que el nombre proviene de algún miembro de la ilustre familia romana de los Lupos. A esta familia pertenecía Santa Luparia que pasó a la historia como la primera persona que San Torcuato convirtió en nuestra comarca, la accitania.
Siendo pues este templo, dedicado a San Juan Bautista, el segundo de España, tras el erigido en Zaragoza por Santiago. Y convirtiéndose Guadix en la primera ciudad convertida al cristianismo y por tanto la Primera Sede Episcopal española.

San Torcuato como fundador, y el más importante y más anciano de los Varones Apostólicos ocupó la sede de ACCI, enviando a los demás compañeros a ciudades próximas del territorio hispano para que siguieran su tarea evangelizadora. San Tesifonte marcha a Vergi, San Segundo a Abula, San Indalecio a Urci, San Cecilio a Iliberis, San Hesiquio a Carteia y San Eufrasio a Illiturgi. Además de predicar en estos lugares que también se convirtieron en sedes de los diferentes obispos, predicaron en otros muchos lugares expandiendo el amor de Jesucristo. San Torcuato y sus compañeros edificaron y dedicaron las primeras Iglesias de España.

San Torcuato es comparado con San Juan Evangelista en cuanto a su estado de vejez, cuando sus discípulos de uno y otro tienen que llevarlos en sus brazos para que con voz de ancianidad y sabiduría dijeran que se amaran los unos a los otros.
San Torcuato al igual que sus seis compañeros con el tiempo fueron objeto de las persecuciones imperiales, siendo martirizados por seguir a Cristo. Hechos que en lugar de suprimir la gran obra realizada por los Siete Varones Apostólicos, propagó aún más la fe cristiana.

En el caso de San Torcuato, refugiado en un lugar cercano a Guadix, fue donde encontró muerte. Quizás producto del clima hostil hacia su persona en la Colonia ACCI, fue por eso que buscó cobijo en este territorio, unos dicen que propiedad también de Santa Luparia. Lo cierto es que en ese asentamiento existen restos anteriores incluso a la época romana, por lo que no es de extrañar que durante algún tiempo el anciano San Torcuato viviera en aquel lugar, que finalmente sería su sepultura.
Sin saber el año exacto, San Torcuato fue coronado por el martirio. No se sabe cómo sucedió su muerte, pero siglos después se encontró un golpe en su cráneo. Su cuerpo fue sepultado por sus seguidores, y junto a él se plantó un olivo, o quizás se enterró donde el propio San Torcuato plantara un olivo, o incluso que junto a ese olivo, sucediera allí mismo su muerte. El olivo, que ha llegado hasta nosotros, pareció ser milagroso, ya que florecía en las Vísperas de la Fiesta de San Torcuato y maduraba sus frutos de inmediato, con lo que su aceite era utilizado para las lámparas que se encendían en su honor. Dicho aceite servía para curar enfermedades y sanaba milagrosamente. De su tumba salía una gran luz hacia el cielo y se veía muy clara desde lejos. Por eso este Sagrado lugar recibió el nombre de Face-Retama, que significa luz sobre las retamas, por ser este lugar abundante en dicha planta.

Con el tiempo se construyó una Ermita-Sepulcro donde acudían tanto los convertidos como los gentiles, atraídos por el milagro del Sagrado Olivo. A partir del siglo VIII los árabes entran en España, y los cristianos hijos de San Torcuato para que su cuerpo no sea profanado, trasladan sus restos al norte peninsular, que estaba a salvo de las manos musulmanas y llegan hasta Galicia y los depositan en un sarcófago dentro de la Iglesia que fue construida en el siglo VII, que formaba parte de un convento dedicado a Santa Comba. Desde ese momento Santa Comba de Bande en Ourense se convirtió en el nuevo Sepulcro de San Torcuato. Allí estuvo por el tiempo de más de doscientos cincuenta años, hasta que fueron trasladados a Celanova por San Rosendo. De esa manera se divulgó su veneración por todo el norte de España.

San Rosendo nació el 26 de noviembre del año 907, hijo del conde Gutierre Menéndez e Ilduara Eiriz. Fue obispo de San Martiño de Mondoñedo (Foz) e Iria (Santiago de Compostela). Fundó el Monasterio de Celanova en Ourense, donde fallecería el 1 de marzo del 977. Desde el primer momento le animó a llevar adelante esta fundación su madre, la cual, al quedar viuda, ingresó en la vida religiosa. Fue Ilduara una mujer virtuosa y santa, cuyo nombre figura en el Santoral de la Iglesia. Se celebra su fiesta el 20 de diciembre. Esta abadía fue centro de referencia para más de cincuenta monasterios y prioratos de toda España. Nombrado obispo lo primero que quiso y pidió al Señor para su Iglesia fue la paz. Para conseguirla, comenzó a reconstruir los monasterios e iglesias que lo precisaban. Con esto aquietó y conquistó a los abades de toda Galicia, que era, por aquel tiempo, gran parte de la nobleza gallega. Sufrió mucho ante los abusos del fenómeno de la esclavitud, que todavía se daba entre muchos señores que se tenían por cristianos y entre los mismos obispos. Trabajó duro por su abolición, comenzando por su propia casa, dando la libertad a sus siervos y aconsejándoles a los nobles que hiciesen lo mismo. Se convirtió así en la esperanza de todos aquellos que buscaban la libertad. Habiendo renunciado como obispo de Mondoñedo para retirarse al monasterio que había fundado en Celanova y estando feliz en su vida monacal, el rey de León, Ordoño III, le nombra virrey de Galicia cuyas tierras, que en aquel momento pertenecían al reino de León, había que defender, en las fronteras terrestres, frente a los árabes y, en las marítimas, frente a los normandos (vikingos). En el año 968 éstos invadieron Galicia, saqueando y destruyendo cuanto hallaban a su paso. El virrey Rosendo fue reuniendo y armando tropas que puso a las órdenes del valeroso conde Don Gonzalo, quien venció a los invasores y los expulsó de Galicia. Hallándose vacante la sede iriense-compostelana, se llama a San Rosendo para que se haga cargo de la misma. El nombramiento fue recibido con gran regocijo por el clero y el pueblo al que acababa de liberar del peligro. No le apetecía a San Rosendo la encomienda pero ante la aclamación popular termina aceptando, si bien solo como Obispo Administrador Diocesano, hasta que se encuentre un obispo titular. Se retira definitivamente a Celanova donde murió y fue sepultado. Beatificado por el cardenal Jacinto, legado pontificio en España, en 1172. El mismo cardenal, ya Papa con el nombre de Celestino III, lo canonizó más tarde.

San Rosendo, movido por su devoción hacia San Torcuato, debido a que las tierras de Santa Comba pertenecían a su familia al igual que muchas tierras de su alrededor, tuvo que pasar mucho tiempo orando ante el primero de los Varones Apostólicos, y bien llevado por su devoción y también por engrandecer el Monasterio que había fundado con presencia de un hombre santo, trasladó el Cuerpo de San Torcuato hasta el Monasterio. Más tarde ya en el siglo XII, de nuevo se trasladó el cuerpo de San Torcuato, pero esta vez dentro del propio Monasterio de Celanova para ubicar juntos los sepulcros de San Torcuato y el del propio San Rosendo.

La devoción y el cariño hacia el Santo, quedó en el corazón de los accitanos mozárabes. Cuando llegaron los Reyes Católicos a nuestras tierras en 1489, se constata que había bastantes pobladores autóctonos con el nombre de Torcuato, nombre que prohíben en un principio los cristianos reconquistadores al creer procedente del árabe, pero pocos años después rectifican, al conocer que provenía de los primeros tiempos del cristianismo.

Tras la Reconquista, y tras varios intentos en 1592, se consigue que se cedan algunas reliquias de San Torcuato. Al abrir el sepulcro para examinar antes su cuerpo y ver cual serían las reliquias que se cederían a la ciudad de Guadix, comprobaron que su sagrado cuerpo estaba envuelto en una sábana de lienzo grueso, a modo de mortaja, y vieron en su cabeza un golpe o herida, en el que estaba pegada con la misma sangre seca un trozo de venda. Reconocieron que el corazón de San Torcuato permanecía entero aunque seco, sin corrupción alguna. Al día siguiente y en una celebración religiosa fueron mostrados a los fieles sus restos por el Abad del Monasterio causando gran admiración entre los fieles de Celanova. Sacó dos canillas del brazo, dos huesos de los dedos, una costilla y algunos trozos del lienzo que lo envolvían y los guardó dentro de un arca pequeña en el relicario de la sacristía. De nuevo al día siguiente ya 28 de octubre, y tras una solemne Misa, traen el arca del relicario y la ponen en el Altar Mayor, y sacan de ella una canilla del brazo, un hueso del dedo y los pedazos del lienzo, que son entregados al Arcipreste de Guadix D. Francisco Rubio Dávila que los puso en una arquita de ébano y recubierta de plata para entregarlos a la Santa Iglesia de Guadix. Emprendió su viaje de regreso a Guadix y llegó con las Santas Reliquias el 27 de febrero de 1593 a las afueras de la ciudad accitana y las depositó en la Ermita de San Lázaro.

Tras su llegada a Guadix el Obispo las enseñó a los presentes para que las veneraran encendiendo muchas luces en su honor. Esa noche quedaron en custodia de algunos eclesiásticos, ya que al día siguiente serían trasladadas y recibidas en la Catedral. El domingo 28 de febrero salieron en procesión a las nueve de la mañana el Cabildo Eclesiástico y Secular, todo el Clero, las Cruces de las parroquias del Obispado, las Cofradías con sus Insignias, los pendones de los oficios, muchas danzas, música y soldados. Una vez llegada la comitiva a la Ermita de San Lázaro, el Prelado extrajo la canilla y el hueso, que pertenecen al brazo derecho de San Torcuato y las colocó en el hueco de un brazo sobredorado labrado con primor realizado expresamente para la ocasión, poniéndose este en unas andas con cuatro columnas de plata, comenzando la procesión con gran entusiasmo y alegría, viniendo por el camino de Granada hasta la puerta de BaÇamarín que tras su paso por ella se llamó desde entonces Puerta de San Torcuato. En el camino se alzaron tres Altares ricamente adornados y engalanados, entrando la procesión en la Santa Catedral a las cuatro de la tarde. Ya el lunes 29 de febrero se celebró Misa Pontifical de San Torcuato con procesión claustral, y a la semana siguiente se dio a adorar el Santo Brazo. En octubre de ese año de 1593 se colocó la Reliquia en el Altar Mayor, al lado del Evangelio en un nicho de mármol con reja dorada.

En 1600 entra en funcionamiento el Colegio de la Compañía de Jesús en Guadix y es puesto bajo la advocación de San Torcuato. En 1601 dicho colegio consigue la reliquia de la quijada o mandíbula de San Torcuato, siendo extraída de la cabeza de San Torcuato que se encontraba en un relicario de plata en el Monasterio de San Salvador de Celanova separado de su cuerpo que se mantenía aparte. Habiendo realizados las gestiones pertinentes, aunque al parecer el Abad de Celanova de la Orden de San Benito parece no actuó del todo bien, pues según se desprende de los escritos estaba prohibido por sus constituciones bajo pena de excomunión que se diera ningún hueso del Glorioso San Torcuato, por lo que el General de la Orden lo tenía en suspenso y pide al rector de la Compañía de Jesús en Guadix que reciba al Prior de Celanova Fray Antonio de Cárdenas para que dé testimonio de lo ocurrido y por ser testigo de la entrega de las Reliquias en Celanova a Juan de Mosquera enviado por la Compañía desde Guadix para recibirlas. En 1603 Fray Antonio de Cárdenas estando en Guadix certificó que era la auténtica que él mismo había visto y sacado con sus manos de la cabeza de San Torcuato. Explicando a continuación que en 1600 se pasó el cuerpo del arca de piedra a un arca de plata y ricos esmaltes, y que aún se conservaban unos granos de mijo, que según el testamento de San Rosendo, él mismo pudo observar cuando trasladó su cuerpo desde Santa Comba a Celanova muchos siglos atrás, ya que dejó como herencia San Rosendo, además de muchas joyas de gran valor, la más preciada, el cuerpo del Glorioso Mártir y Obispo discípulo de Cristo San Torcuato. El efecto que produjo la reliquia en Guadix fue beneficioso, produciéndose algunos sucesos milagrosos. Era tanta la devoción de la gente que una pequeña reliquia suya que estaba en un relicario que se llevaba a los enfermos, iba de mano en mano por la ciudad y nunca regresaba a la Compañía.

En 1603 el Obispo Juan de Fonseca nombra Patrón de la Ciudad y de la Diócesis a San Torcuato por auto de 12 de junio. En los años sucesivos se hacen procesiones de rogativas y votos al Santo por sequias, plagas, y otras calamidades. Asimismo se siguen celebrando la procesión con la imagen de San Torcuato y la reliquia de su brazo cada 15 de mayo. Día de su festividad y la de los Varones Apostólicos, bien por ser el día que entraron en la ciudad de ACCI a predicar, bien por ser el día de la conversión y bautismo de Santa Luparia, o bien por ser el día del martirio de San Torcuato. Día señalado en los calendarios y ritos antiguos de las Iglesias de España.

En 1627 la reliquia del hueso del dedo de San Torcuato es dada a la Abadía del Sacromonte de Granada a cambio de otras reliquias en forma de cenizas de San Cecilio y los santos mártires.
Se sigue potenciando el Santuario de Face-Retama, donde fue martirizado y sepultado San Torcuato. Este lugar no pasó al olvido puesto que incluso en tiempo de la invasión árabe se tenía como un lugar sagrado, debido a los prodigios del olivo milagroso. En 1635 se construye la Hospedería para el servicio de los peregrinos que hasta allí llegaban.

En 1677 hubo un incendio en el Convento de la Inmaculada Concepción de Guadix siendo sus llamas tan voraces que el Obispo Fray Clemente Álvarez, llevó entre otras reliquias de la Catedral el brazo de San Torcuato para intentar reducirlas.

En 1776 el que fuera obispo de Guadix D. Francisco Alejandro Bocanegra y Gibaja, siendo arzobispo de Santiago de Compostela manda una carta al Cabildo catedralicio de Guadix, expresando que con devoción hizo una visita al Monasterio de Celanova acompañado del Obispo de Ourense para adorar y rezar ante San Torcuato, viendo como sentía tal admiración por el Patrón tras ver su cabeza, ya que el resto de su cuerpo no lo pudo ver por encontrarse en una urna bien cerrada para que no se abriera bajo pena de excomunión y no se sacaran más reliquias, le hicieron entrega de una reliquia de un dedo de San Torcuato, ya que existían algunas fuera de dicha arca en otro lugar para tal efecto, que puso en su oratorio, pidiendo protección y perdón por sus defectos como indigno sucesor de San Torcuato durante los quince años que estuvo en el obispado de Guadix.

En 1857 el obispo Antonio Rafael Domínguez y Valdecañas realiza gestiones para traer nuevas reliquias de San Torcuato que no dieron fruto. D. Luis Iglesias, Catedrático de Biología de la Universidad de Santiago y D. Celso Fernández, médico titular de Celanova, examinaron las reliquias de San Torcuato el 16 de julio de 1946 con motivo de la extracción de un fragmento óseo para la Catedral de Guadix y afirmaron que todas las piezas eran de un mismo esqueleto. El 15 de mayo, onomástica de San Torcuato, es un día de fiesta en el que la gente atraída por la veneración al Santo y al Olivo Sagrado, peregrina en romería a Face Retama, anejo de Guadix, hoy despoblado y situado en un paraje, encrucijada de caminos, cuyos habitantes llamados “cateros”, tuvieron que abandonar buscando mejores condiciones de vida. La romería discurre por los campos donde antes sembraban cereales, subiendo a una pequeña loma, la imagen mira hacia los caminos para interceder ante Dios, rogando la preciada lluvia para que las cosechas sean fructíferas y se proteja a toda la diócesis. Después se dirigen hacia las cuevas que antaño estuvieron habitadas, para terminar finalmente en el camino a Fonelas donde se da la vuelta para regresar a la Ermita-Sepulcro entre vítores de ¡Viva San Torcuato!. Cuentan los mayores que en otros tiempos acudían gente del Marquesado, Guadix, Benalúa y Fonelas a "velar al Santo". Las noches se animaban con bailes y canciones de corro: el fandango, la guajira, el juego remolino. Toda la era se llenaba de gente vestida de aldeana el traje típico de la zona. En la actualidad los accitanos van en peregrinación el sábado antes del 15 de mayo, con misa y procesión con la imagen de San Torcuato alumbrado con antorchas recorriendo las inmediaciones del Santuario de Face Retama. Los “cateros” y descendientes de aquellas últimas familias que habitaron la zona los siguen festejando el día 15 de mayo, celebrándose de nuevo Santa Misa y procesión con San Torcuato, acompañado esta vez por la Imagen de la Virgen de Fátima que también se encuentra en la Ermita. Por su parte los accitanos festejan el día del Patrón de Guadix y de toda su Diócesis con Solemne Misa Pontifical en la S. A. I. Catedral de Guadix y procesión con la imagen de San Torcuato y la Reliquia del Santo Brazo. En 2012 y tras bastantes años sin estar al culto la Reliquia del hueso Calcáneo es colocada en el frontal del paso de San Torcuato para ser también procesionada. La procesión discurre acompañada por Autoridades Religiosas y Civiles, así como de representaciones de Hermandades y Cofradías de la ciudad, accitanos y accitanas vestidas de aldeanos y aldeanas, y fieles y devotos en general. La Sagrada Reliquia de su Mandíbula se da a besar a los fieles y devotos durante los días de la celebración del Solemne Quinario que se celebra en honor de San Torcuato y también se traslada a la Ermita-Sepulcro de Face Retama para presidir la Eucaristía del sábado anterior al día de su fiesta. En esos días el Santo Brazo preside las celebraciones litúrgicas en el tabernáculo del Altar Mayor de la Catedral. Durante todo el año se encuentran en el Museo de la Catedral todas las reliquias, incluidas desde 2012 la del hueso calcáneo hasta ese momento ubicada en la Sacristía. Es costumbre abrir el balcón de la Puerta o Arco de San Torcuato y engalanar su interior los días previos a la Festividad de San Torcuato y tras su celebración volver a cerrar el mismo.

Historia de San Fandila

San Fandila, bello de presencia, de honesta vida, abrió de los primeros el camino del martirio entre las matanzas ordenadas en la persecución del Emir Muhammad I, por su actividad apostólica entre los cristianos y mantener en los demás la fe de Cristo.

Natural de Guadix, hijo de padres cristianos, de los cuales desconocemos sus nombres, que tuvo a bien reservar el Señor para testigos de su santa Fe y Gloria, nació en la calle Mensafíes. Allí aprendió las primeras enseñanzas de su niñez pero para profundizar en los estudios se fue a Córdoba, pasando casi toda la infancia bajo la dirección de un maestro. En los monasterios cordobeses florecía la sabiduría y le agradó tanto el trato y la vida de los monjes que cuando llegó a la adolescencia se les unió para servir siempre a Dios tomando el hábito monacal. Habiendo pasado por varios lugares se pasó al Monasterio de Tábanos, bajo la dirección del Abad Martín donde brilló en el amor de Dios. Dormía muy pocas horas, ocupando la noche en oración y estudió tan fuerte, que a la hora de Maitines era de los primeros del coro. Dormía sobre una tabla, todos los días maceraba su cuerpo con disciplina, no era persona de manjares, su alimento regular era pan y agua. Trabajaba con sus manos haciendo cestas y fruteros, ejercicio forzoso para poder pagar los tributos al tirano. Se dedicaba muchas veces a consolar en sus trabajos a los demás cristianos que vivían en Córdoba en la esclavitud del cautiverio.

Y porque era de suma humildad y gran obediencia, y por la gracia de la santidad que refulgía desde lo alto, implorando y rogando mucho los monjes del Monasterio de San Salvador, situado cerca de Córdoba, al norte, a los pies de Peña Melaria, fue designado, o más bien obligado por voluntad del Abad al oficio sacerdotal. Aumentando los trabajos, ayunos, vigilias y oraciones de manera extraordinaria. Su venerable vida y conversación, para todos muy imitable, se publicaba incesantemente con singularísima aclamación de alabanzas por los mismos monjes y religiosas, a quien gobernaba, y mucho más heroicamente se manifestó, no dudando sujetarse al cuchillo del martirio a pesar de su juventud. Lleno del temor de Dios y después de haber abandonado las cosas de este mundo, suspendida su alma en las del cielo, deseando mejor morir y permanecer en Cristo que apegarse a los bienes perecederos, cierto día, San Fandila se presentó ante el juez, explicó el Evangelio y habló contra el profeta Mahoma, y protestó con juramento que los que pertenecían a esa infame secta, pagarían las penas de las llamas eternas. Al momento lo arrojaron al calabozo, en el mismo lugar que a los ladrones, para después condenarlo a muerte. El Cadí o juez dio parte al Emir Muhammad I que mandó detuvieran al Obispo Saulo para castigarle, entendiendo que como cabeza de su Iglesia era responsable de todo, pero avisado con tiempo, pudo darse a la fuga y se salvó.

Se decía que para esa fecha ya había determinado el Emir deshacerse del Obispo y quería publicar un decreto general ordenando la matanza de todos los cristianos y exponer a público dispenso a las mujeres, excepción hecha de los que dejando la religión de Cristo abrazarán la del Profeta.
San Fandila fue martirizado el 13 de junio del año 853, degollado y siendo su cuerpo colgado en un patíbulo a la otra orilla del río Guadalquivir. Sus restos mortales fueron quemados y sus cenizas las arrojaron al río, así se eliminaba también la posibilidad de dar culto a sus reliquias. Lo que no pudo hacerse fue borrar su palpitante testimonio de fe presente en la memoria cristiana cordobesa.

Su vida la conocemos gracias a San Eulogio (800-859), que llegó a ser Obispo electo de Toledo, conocido como Eulogio de Córdoba. Durante el siglo VIII, los árabes tuvieron en España una actitud tolerante hacia los cristianos, como la habían tenido en otras partes, en las primeras etapas de la dominación mahometana. Lo único que prohibían terminantemente a los cristianos era el proselitismo y la rebelión abierta contra la ley de Mahoma. Pero, después de la fundación del emirato independiente de Córdoba, los emires Abdherramán II (hasta el 852) y su hijo Mohamed I (852 a 886) emprendieron una verdadera persecución. Una de las víctimas más notables fue San Eulogio de Córdoba, decapitado el año 859, quien había alentado a los cristianos y asistido en la cárcel a los confesores de la fe. San Eulogio nos dejó una relación de la vida y martirio de muchos cristianos, el "Memoriale Sanctorum", entre los que se cuenta la vida del mártir accitano San Fandila, quien siguiera la fe instaurada por San Torcuato en su ciudad natal en los primeros tiempos del cristianismo. Probablemente sus antecesores familiares más inmediatos serían testigos o conocedores del traslado del cuerpo de San Torcuato desde Face-Retama al norte peninsular. San Fandila animó a otros religiosos a seguir su camino, ejemplos son San Anastasio, Santa Digna y San Félix, siendo al igual que el santo accitano degollados y quemados sus cuerpos, y depositando sus cenizas al rio, tan sólo un día después del martirio de San Fandila. Como los árabes eran bien conocedores de las costumbres cristianas, después de la ejecución, quemaban los cuerpos de los mártires y sus cenizas las esparcían en el río Guadalquivir para evitar la creación de santuarios en las tumbas de los mártires. Las aguas del río bajaban desde entonces “contaminadas” por el único barro que, en lugar de ensuciar, fecundan a la Iglesia.
Con la invasión árabe el conocimiento de San Fandila en su tierra natal fue olvidado, no así en Córdoba donde perduraba su recuerdo. A Guadix llegan noticias en 1593 por medio de una carta de Ambrosio Morales, cronista del rey Felipe II, que es entregada al Obispo D. Juan Alonso de Moscoso, que decía que San Fandila era natural de Guadix y que procurase darlo a conocer en su obispado. Pero el traslado de este obispo a la sede de León hizo olvidar este asunto.

Habría que esperar a 1595, cuando el padre jesuita Andrés Mora hace una visita al sagrario de la catedral de Córdoba, descubriendo una pintura que representaba al santo accitano. A su regreso a Guadix informó al obispo y al cabildo del hallazgo. El Chantre D. Diego de Santa Cruz Saavedra propone en cabildo celebrado el 9 de junio que se celebre su fiesta con la solemnidad que requiere y que se le dé festividad el 15 de junio en esta Iglesia y Obispado. El cabildo decidió que el deán tratara el asunto con el obispo D. Juan de Fonseca.

Tras un pleito por cómo debía de ser la fiesta de San Fandila, tras ser consultado el jesuita granadino Tomás Sánchez, el Obispo Fonseca dictó un auto el 12 de junio de 1603 por el que se ordenaba que se rezase en este obispado como de doble mayor de segunda clase. Ese mismo año se había fundado un aniversario con 6 ducados anuales para los señores prebendados y los demás que asistiesen a las vísperas, misa y procesión por dentro de la Iglesia.

La potenciación de la festividad se iba completando, esta vez por un auto del obispo D. Juan de Orozco y Covarrubias, que en 1607 ordenaba que el día de dicho glorioso santo fuese de guardar en esta ciudad.
En 1608 se coloca una imagen de San Fandila en la capilla de Don Tadeo, como se conocía anteriormente a la ahora llamada capilla de San Torcuato, mientras se le abría una propia. Con dicha imagen se realiza una procesión por el interior de la Catedral, que es portada por los regidores de la ciudad, ya que un año antes la Justicia y Regimiento había realizado voto de asistir a la misa y procesión de este santo cuando las hubiera.

El 11 de junio de 1609 se pide en cabildo que como asistía el concejo y los hermanos de la cofradía eran muchos, el recorrido de la procesión saliera al exterior de la Catedral. Más tarde viendo que la devoción de esta ciudad era mucha, se amplió el recorrido hasta San Agustín.

Gracias a la Cofradía de San Torcuato y San Fandila, que en 1610 aprobó estatutos, aunque ya existía la hermandad unos años antes, fue en aumento la devoción hacia San Fandila. Esto junto a los milagros atribuidos al mártir accitano propician una situación favorable en su devoción cada vez más creciente.
Al parecer un niño estaba enfermo de gota coral (epilepsia), teniendo su cuerpo tan llagado por darle muy a menudo que no podía levantarse de la cama, y casi lo tenían ya por muerto y escuchando repicar las campanas por la Víspera de San Fandila, su madre sabiendo que a otro día era el del glorioso santo, encomendó a su hijo a él, y habiendo asistido a Misa con tal devoción el día de San Fandila, volvió a su casa y encontró al niño bueno y sano, sin llagas y nunca más padeció el mal de gota coral. Otro milagro fue el de una hermana clarisa del Convento de Santiago de Guadix, que estando muy mala también de gota coral y perlesía (parálisis), se encomendó a San Fandila al saber del anterior milagro, y estando en el coro rezando sintió en su cuerpo una sensación tan particular que se levantó sana de los dos males. Otro caso que ya no tiene que ver con enfermedades y si con las calamidades atmosféricas se unió a San Fandila; en muchas ocasiones en los días cercanos a la festividad de San Fandila solía tener lugar muchas tormentas de granizo que hacían daño a los campos, particularmente en un pago de viñas que llamaban Vertillana y un hombre con devoción hizo una cruz grande y puso en ella un rótulo que decía San Fandila ora pro nobis, y desde entonces no cayó piedra que hiciera daño.

En un sitial del lado izquierdo del Coro de la Catedral-Mezquita de Córdoba, se encuentra una impresionante talla sobre el martirio de San Fandila, como símbolo de reconocimiento del pueblo cordobés hacia nuestro Santo.

Hay una leyenda transmitida oralmente en Fondón (Almería), que habla de San Fandila, un religioso mozárabe nacido en Guadíx en tiempos del Califato de Córdoba y que se refugió en estas montañas huyendo de la persecución religiosa. Existe una cueva en el llamado (desde al menos el s. XVII) Cerro de San Fandila, a pocos metros de la Cruz del Pecho, donde según la tradición permaneció escondido en condiciones muy duras, aunque no hay documentación que lo confirme o desmienta. El mártir San Fandila fue finalmente decapitado en Córdoba como ya se ha expresado. Posteriormente, la cueva fue excavada realizándose una galería de unos cincuenta metros que desciende hacia el corazón de la montaña, posiblemente en busca de plomo u otros minerales.

La figura de San Fandila fue todo un símbolo para la iglesia mozárabe. Al igual que sucediera con San Torcuato, no resulta extraño que una vez recuperada la ciudad tras la presencia musulmana, se intenten rescatar los símbolos más representativos de la tradición cristiana en esta tierra, muchos de los cuales habían permanecido ocultos a lo largo de los ocho siglos de dominio musulmán. Tampoco ha de extrañarnos que la devoción a San Fandila se fomente en el barrio de San Miguel de Guadix, zona mozárabe por excelencia, cuyos ocupantes tendrían presente en su historia oral las vicisitudes de este mártir accitano que había nacido precisamente cerca de la calle Mensafíes. Por tanto se construye una ermita en uno de los ejes espirituales fundamentales siendo su primitiva localización al final de dicha calle Mensafíes, en pleno barrio de la Magdalena. El recinto fue reconstruido en varias ocasiones y su mantenimiento estuvo a expensas de fieles devotos. Uno de estos fue precisamente Marcos de Rienda, persona importante de la ciudad, quien el 25 de febrero de 1773 expone al obispo Bocanegra y Gibaja que desde que tenía uso de razón venía dispensando especial devoción a San Fandila. Por esta razón y mediante sufragio reconstruyó la capilla de la calle Mensafíes. El problema surgió cuando comienza a vislumbrarse que el lugar resultaba alejado y poco transitado para los devotos, además de que el recinto tenía escasa capacidad. En vista de tales circunstancias, el culto y la devoción fue decreciendo, por lo que de su cuenta y riesgo, decidió construir una nueva ermita en el sitio y calle publica, que sale para San Lázaro. Terminado el nuevo recinto, el síndico personero o procurador Marcos de Rienda, solicitó a la autoridad eclesiástica su autorización para que en su nueva ubicación se mantuvieran los jubileos e indulgencias plenarias vigentes en la antigua, que para ésta, estaba asignado el primer viernes de cuaresma. De igual modo solicita la bendición de la jerarquía para oficiar la misa diaria. La pretensión más importante tenía por cometido el traslado de la imagen del titular de San Fandila, verdadero soporte de la devoción, mediante celebración de una procesión pública. Con el paso de los años la nueva ermita se fue deteriorando y llegó a perderse. Queda en Guadix un cerro mirador con el nombre de San Fandila, donde por sus alrededores dicen en lo más alto de este lugar estuvo la ermita quedando restos de ella hasta 1955.

La Festividad de San Fandila para la Iglesia Universal quedó fijada para el día 13 junio, día de su martirio. A partir del 1 de enero de 1972 entró en vigor el calendario particular para toda España, preparado de acuerdo con la instrucción romana, Calendaria Particularia, de 24 de junio de 1970. Se trataba de insertar las celebraciones propias de la Iglesia de España en el calendario litúrgico general de la Iglesia Católica. Siguiendo las indicaciones de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, la Delegación Diocesana de Liturgia representada en ese momento por el Canónigo Prefecto de Liturgia D. Juan Diego Vallecillos García, preparó el Calendario Propio de nuestra Diócesis. El 10 de diciembre de 1997 el Obispo D. Juan García-Santacruz Ortiz envió al Cardenal Prefecto de la Congregación del Culto Divino, los propios de la Diócesis de Guadix que fueron aprobados el 21 de agosto de 1998. Quedando fijada la fecha del 12 de junio para la Festividad de San Fandila, presbítero y mártir. Y la de San Torcuato, obispo y mártir, para el 15 de mayo. El cambió referente a la fiesta de San Fandila del 13 a día 12 de junio, se debe a que en dicho día 13 de junio se celebra la onomástica de San Antonio de Padua, que es un santo más conocido que el santo de Guadix, por lo que si se dejaba la fiesta el 13 de junio podía no celebrarse su memoria como es debido. Siendo o no acertado el cambio lo cierto es que se ha venido celebrando cada año la Festividad de San Fandila, recuperándose de nuevo por parte de la Hermandad la asistencia a la misma a partir de 2006, ya que algunos años se dejó de asistir a la celebración de la Santa Misa en su honor en la Catedral de Guadix.

CONSTITUCIONES Y FECHAS SEÑALADAS DE LA HERMANDAD
Esta Hermandad ha venido rigiéndose a lo largo de sus cinco siglos de historia, por varias constituciones, que fueron otorgadas por diferentes obispos, con la intervención en ellas de Papas, Reyes y Corregidores.

- Tenemos noticias de dos Constituciones que se dieron en el siglo XVI. Una anterior a 1537, donde se consideraba a San Torcuato como patrono de la Diócesis y Ciudad de Guadix, y otra posterior al Sínodo de Don Martín Pérez de Ayala (1554), en la que se decía, que “los cofrades serían, entre otros, los obispos y los prebendados, además de los seglares”.

- A mediados del siglo XVI, se erigió la Hermandad de San Torcuato en Fonelas, siendo la primera filial de las innumerables hermandades que se crearon bajo la advocación de San Torcuato a lo largo de los siglos XVII y XVIII.

- En 1593, llegaban a Guadix las reliquias de San Torcuato procedentes de Celanova, el obispo Don Juan Alonso de Moscoso y López y los jesuitas, elevan a nuestro patrón a las cotas más altas de veneración.

- En 1610, la Cofradía de los santos mártires San Torcuato y San Fandila elabora constituciones, en las que consta que tenía un máximo de 48 miembros que tenían la obligación de asistir con sus hachas de cera los días de las procesiones.

- En 1611, las constituciones fueron reformadas incluyendo dos novedades: se agrega la Cofradía a la Archicofradía de San Juan de Letrán de Roma y se establece el estatuto de limpieza de sangre.

- El día 3 de junio de 1634, el obispo Fray Juan de Arauz y Díaz, aprobó unas nuevas Constituciones, en las cuales se incluía “el oficio de cuadrillero”, creado para ayudar a los ermitaños en el cuidado de Face Retama y para la organización de las peregrinaciones y romerías. Franciscanos y Dominicos fueron los principales protagonistas del éxito de la religiosidad popular piadosa hacia San Torcuato, que se expandió por estas tierras.

- En mayo de 1671, el Corregidor, en nombre de la ciudad de Guadix, decretó realizar "El voto a San Torcuato”, para que interceda con la Divida Majestad de Nuestro Señor..., y sea servido..., para que libere, por la intercesión del Patrón los campos de plagas, y que por medio de la romería a Face Retama y las rogativas, remedien las sequías y otras calamidades.

- A finales del siglo XVIII, el Obispo Fray Bernardo de Lorca y Quiñones, aprobó unas nuevas Constituciones para la Hermandad, y mandó adecentar la Ermita de San Torcuato y restaurar las pinturas de la Iglesia.

- El día 13 de Enero de 1896, el Obispo Don Maximiliano Fernández del Rincón declaró Altar Privilegiado al de San Torcuato en la capilla de la Catedral; en la Ermita-Sepulcro de San Torcuato y en la Capilla de San Torcuato que debía haber en todas las parroquias de la Diócesis. Renovó algunas reglas para la Hermandad y puso remedio al abandono en que se encontraba Face Retama.
Durante el siglo XX, ha habido cuatro importantes actuaciones para nuestra Hermandad y Face Retama a cargo de los diferentes obispos. El Obispo y Beato Manuel Medina Olmos, potenció la Hermandad de San Torcuato, subió en varias ocasiones a la Ermita, le puso un suelo nuevo y creó las escuelas de Face Retama. El Obispo D. Rafael Álvarez Lara, aprobó unas nuevas Constituciones, dio un gran impulso a la Hermandad e intentó recuperar la peregrinación a la Ermita de San Torcuato. Con el Obispo D. Ignacio Noguer Carmona se acometió la ampliación y arreglo del camino de San Torcuato, desde Benalúa hasta la Ermita y se recuperó la Romería. Con el Obispo D. Juan García-Santacruz Ortiz, se acometió obras de mejora en la Ermita-Sepulcro y Hospedería de Face Retama y se aprobaron los anteriores Estatutos de acuerdo con el anterior directorio diocesano de Hermandades y Cofradías.

La Hermandad Diocesana de San Torcuato, como hemos dicho antes, a través de la historia aglutinó siempre entre sus miembros a Obispos, clérigos y seglares, fue erigida Canónicamente en los comienzos del siglo XVI, posiblemente, en el Obispado de D. Gaspar de Ávalos Bocanegra, siendo Rey de España, el Emperador Carlos V.

BULAS Y PRIVILEGIOS DE LA HERMANDAD
A nuestra Hermandad se le han otorgado innumerables Bulas Papales y Escritos Reales, de los cuales han llegado hasta nosotros, los siguientes:

- La Bula dada en Roma en 1590, por S.S. el Papa Gregorio XIV, a instancias del Rey Felipe II y el Obispo D. Juan Alonso de Moscoso y López.

- En 1593, a instancias del Rey Felipe II y el Obispo D. Juan Alonso de Moscoso, se consiguen traer las Sagradas Reliquias de San Torcuato, desde Celanova en Ourense, una para Guadix y otra para el Monasterio de El Escorial.

- La Bula dada en Roma, a petición de la Hermandad, el día 12 de Mayo de 1611, para que se cambie el título de Hermandad por el de Archicofradía, hermanándose con la de San Juan de Letrán en Roma, y que las indulgencias y los jubileos se ganen en los altares donde estuvieren los Gloriosos Santos, San Torcuato y San Fandila.

- La Bula dada en Roma el 20 de Febrero de 1612, por S.S. el Papa Paulo V, a instancias del Rey Felipe III y el Obispo D. Nicolás Valdés de Carriazo, creando la Hermandad de San Torcuato y San Fandila.

- La Bula dada en Roma en 1616, por S.S. el Papa Paulo V, a instancias del Rey Felipe III y el Obispo D. Nicolás Valdés de Carriazo, creando la Hermandad de Ntra. Sra. de Túnez y San Torcuato, que ya existe al menos desde 1614 como consta en su libro de cuentas y cabildos que abarca el periodo de 1614 a 1663. La Hermandad celebraba sus cabildos en la Ermita de San Sebastián de Guadix y la fiesta anual en honor de sus Titulares en el Santuario de Face Retama. Se estructuraba en cuatro cuadrillas bajo las advocaciones de San Torcuato, Ntra. Sra. de Túnez, San Miguel y San Juan Evangelista. Tenemos que decir aquí que queda por estudiar si la cuadrilla bajo la advocación de San Juan Evangelista es el origen de la Hermandad de San Juan Evangelista con sede en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, ya que al igual que parece ocurrir con otras hermandades y devociones, se producen una serie de traslados de las cofradías desde esta Ermita de San Sebastián a Santiago, incluidas las imágenes, por estar la Ermita situada y fundada dentro de los limites parroquiales de la Iglesia de Santiago, además la Parroquia de Santiago acogía a dichas hermandades de San Sebastián para desfilar todas juntas en la madrugada del Viernes Santo, horas en la que la actual Hermandad de San Juan Evangelista en el siglo XVII hacía su Estación de Penitencia, según consta en sus constituciones.

- La Bula dada en Roma a mediados del siglo XVII, a instancias del Rey Felipe IV y el Obispo Fray Diego de Silva y Pacheco de las Mariñas, concediendo un Fuero Especial por la Santa Sede, para que la jurisdicción ordinaria no intervenga en hacer cumplir las Constituciones, y sí lo hagan, Jueces Especiales reservados a su Santidad y a la Santa Sede.

- En el reinado de Felipe IV, se consiguieron varias Bulas, para ganar Indulgencias en los altares de San Torcuato y San Fandila.

- La Bula dada en Roma el 15 de Mayo de 1693, por S.S. el Papa Inocencio XII, a instancias del Rey Carlos II y el Obispo Fray Pedro de Palacios y Tenorio, por la que se manda a los Reyes de España el “Rezo de San Torcuato”, los días 15 de Mayo.

- Además de los descritos existen otras Bulas y varios Escritos Reales referentes a la Hermandad.

OTROS DATOS DE INTERÉS
Desde que se erigió La Hermandad Diocesana de San Torcuato y San Fandila, ha tenido su Sede en la S.A.I. Catedral de esta ciudad de Guadix, con Capillas propias para las imágenes de San Torcuato y San Fandila; ubicada al final de la nave lateral izquierda, que es la designada como Capilla de San Torcuato y la ubicada tras pasar la puerta de la Sacristía, en la girola, que es la designada como Capilla o Altar de San Fandila.

Retablo de San Torcuato
Consiste en ornamentación tallada en madera y dorada. El banco se levanta sobre el mismo altar de mármol, centrado por un sagrario, muestra dos pedestales sobre los que se elevan dos estípites, ya en el cuerpo principal. Se adorna con motivos florales y vegetales, placas recortadas, elementos ovales y tetralobulados que contienen pasajes alusivos de la vida de San Torcuato, mostrando pequeñas hornacinas aveneradas con flores en las esquinas. El cuerpo principal consta de tres calles separadas por estípites corintios exentos decorados con elementos vegetales. La calle central presenta hornacina en arco de medio punto, la cual contiene una peana de sección poligonal, donde se sitúa la actual talla de San Torcuato obra de Antonio Castillo Lastrucci del año 1941 y realizada en Sevilla. Esta calle se decora con motivos vegetales, florales, placas recortadas, frutos y volutas. Las calles laterales contienen peanas decoradas con elementos vegetales bajo fondos de doseles, en picado de lustre, acabados en arcos conopiales que apoyan en pilastras ornamentadas con elementos vegetales y florales, donde se sitúan la imágenes de cuatro de los Varones Apostólicos. Las albanegas del arco se adornan con motivos vegetales. En los ángulos exteriores sobresalen pilastras decoradas con elementos vegetales y florales. Este cuerpo se enmarca por pequeñas polseras ornamentadas con hojarasca. El cuerpo principal queda separado del ático por un entablamento, adornado con elementos vegetales y florales. El ático consta de tres calles, las laterales con pedestales acabados en volutas, peanas con forma de quillas invertidas o conopiales, rematadas en veneras con elementos vegetales y florales, y pilastras con motivos florales, donde se sitúan las otras dos imágenes restantes de los Varones Apostólicos. La calle central, centrada por el relieve que representa el Bautismo de Santa Luparia, se ornamenta con motivos vegetales y florales que acaban en volutas con remates de perinolas recortadas, corona y palmas. Relieve que representa el Bautismo de Santa Luparia por San Torcuato que, según la tradición, es la primera mujer convertida al cristianismo en el territorio de la antigua diócesis accitana. A la derecha, San Torcuato se dispone a bautizar a Santa Luparia que, en el lado contrario, se halla arrodillada e inclinada ante la pila bautismal. Detrás, cuatro acólitos, en diversas posiciones y actitudes, contemplan la escena. Uno sujeta una cruz, otro un cirio y otro de ellos coge la capa del obispo. Un angelito, en actitud de vuelo, sustenta una corona de hojas sobre la cabeza de la santa. San Torcuato, barbado, aparece vestido como un obispo, con alba, capa pluvial adornada con motivos florales y mitra. Santa Luparia con larga melena morena, viste túnica amarilla y manto rojo, ambos decorados con elementos florales. En 1736 Francisco Moreno cobra 2820 reales por hacer el retablo de San Torcuato que es dorado en 1747.

Retablo de San Fandila
Realizado sobre los mismos años en los que se realizó el de San Torcuato, en madera policromada en rojo, con detalles ornamentales y estructurales dorados. Es tetrástilo, de un sólo cuerpo sobre predela y ático superior. El banco, ubicado directamente sobre la mesa de altar de la capilla que centra, se articula con cuatro pedestales y recuadros intermedios, unos y otros adornados con placas recortadas y talla vegetal dorada. El cuerpo del retablo se compone de dos pilastras extremas, toscanas, con cajeados y adornos dorados, exornadas exteriormente por talla dorada a manera de ribetes. Asimismo, posee dos estípites con retropilastras, terminados en capitel corintio, separando la hornacina central de las dos calles laterales. Dicha hornacina es semidecagonal y avenerada, dedicada a San Fandila, que se presenta vestido de sacerdote y con la palma del martirio, la actual talla que se venera en la Catedral de Guadix es obra de José Dies López del año 1943, y realizada en Valencia, así consta en la propia peana de la Imagen. Las calles laterales, por su parte, presentan netos decorados como pabellones, con ménsulas en la parte inferior y veneras en la superior, conteniendo las imágenes de Santa Teresa, a la izquierda, y San Eulogio, a la derecha. El entablamento es corrido, pero están retranqueadas las zonas correspondientes a los soportes, conteniendo decoración vegetal dorada. El ático es de alzado triangular, ribeteado con molduras, vegetales y aletones dorados, presentando una estructura tripartita: en los extremos, correspondientes a las calles laterales, dos grandes aletones mixtilíneos enrollados en su base con decoración dorada vegetal en las enjutas. Sendas pilastras cajeadas con placas recortadas en lugar de capitel los separan de la zona central, con una placa recortada en su cúspide, rematada por pequeño florón con bola y punta, que presenta en su centro un óvalo ocupado por un lienzo barroco de Nuestra Señora del Rosario.

- El Obispo Diocesano, siempre fue el Consiliario de la Hermandad, pero delegaba sus funciones en el Cabildo Catedralicio. Este hecho fue recogido también en las Constituciones que aprobó el Obispo D. Rafael Álvarez Lara.

- Las Asambleas o Cabildos de San Torcuato, se han llevado a cabo en la Sala Capitular de la S.A.I. Catedral, como se había establecido en el siglo XVII.

- Fueron considerados “lugares” muy importantes para nuestra Hermandad, la Puerta-Ermita o Arco de San Torcuato en Guadix; la Ermita-Sepulcro de San Torcuato y la Hospedería en Face Retama; las Parroquias y Ermitas donde residía alguna Hermandad o capillas de nuestros Titulares, y la Iglesia de San Torcuato de la ciudad de Guadix, a la cual, nuestra Hermandad, hace pocos años donó una imagen de nuestro Titular para presidir dicho Templo, realizado por el imaginero accitano Ángel Torcuato Asenjo Fenoy.

- Por lo tanto la Hermandad Diocesana de San Torcuato y San Fandila en su época actual se rigió por los Estatutos o Constituciones otorgadas por el Obispo Don Rafael Álvarez Lara, pero queriendo ajustar su forma de vida al Espíritu del Concilio Vaticano II, es por lo que se procedió a la Reforma de los Estatutos en el año 2001.

- El día 18 de octubre de 2005 el Obispo D. Juan García-Santacruz Ortiz, elabora un Decreto para nombrar una Comisión Gestora que promueva el culto a San Torcuato y a San Fandila principalmente mediante la encomienda de cinco tareas. Dicha Comisión durante el período de siete años se dedica a mejorar el Patrimonio de la Hermandad (cuerpo de acólitos, enseres de orfebrería y paso de San Torcuato), a elaborar los presentes Estatutos, así como a preparar cada año la Fiesta de San Torcuato, en el Santuario de Face Retama, Arco-Puerta de San Torcuato y en la S.A.I. Catedral de Guadix; así como la celebración de la Festividad de San Fandila, siempre en colaboración con el Ilustrísimo Cabildo Catedralicio (representado en la figura de un Asesor Religioso y en el Presidente del Cabildo Catedralicio) y con el Excmo. Ayuntamiento de Guadix (representado en la Concejalía de Fiestas).

En consecuencia, la Hermandad, representada por esta Comisión Gestora, elabora nuevos Estatutos de acuerdo con el actual Directorio de Hermandades y Cofradías para la Diócesis del año 2009. Y con dicha redacción da por terminada su misión al frente de la Hermandad Diocesana de San Torcuato y San Fandila, siendo los años en los que ha estado bajo su responsabilidad llenos de duro e intenso trabajo, dando buenos frutos para la misma e intentando incentivar el culto y devoción a los Titulares y lugares de la Hermandad.

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