Queridos
hermanos cofrades:
Como cada año me dirijo a vosotros a
través de estas letras para acompañaros en el camino cuaresmal que nos lleva
hasta la Pascua del Señor. Es también una oportunidad para mostraros mi
cercanía y apoyo a la misión que realizáis en la Iglesia, al tiempo que
comparto con vosotros la fe que nos mueve.
La Cuaresma nos muestra un horizonte
magnífico: el amor de Dios que nos ofrece la prueba más grande que el amor
puede ofrecer, entregarse por el amado. Dios nos ha amado hasta el extremo en
la entrega hasta la muerte, y una muerte en cruz, de su único Hijo, Jesucristo.
De ese amor bebe y se sacia nuestra vida, del tal modo que no podemos
guardarnos tanto amor sino que hemos de gritarlo y llevarlo a los demás para
que experimenten el mismo gozo que nosotros experimentamos. Es esta la mejor
noticia, el Evangelio que la Iglesia viene anunciando a lo largo de los siglos:
Dios te ama, Dios te salva.
En esta ocasión quiero detenerme en
dos temas que son consecuencia de ese amor de Dios que la Iglesia, y por tanto,
las Hermandades y Cofradía, están llamadas a anunciar
Para el primero me inspiro en una
expresión del Papa Francisco, cuando dice que la Iglesia ha de ser una “Iglesia
en salida”. Pues parafraseando al Papa, quisiera deciros: Las cofradías han de
ser cofradías en salida. No podemos encerrarnos en nosotros mismos, no podemos
hacer el centro de la Hermandad nuestros problemas por muy grandes que sean, no
es justo dedicar nuestro tiempo y energías a lo que menos importa. Las
cofradías han de ser lugares de fe y para la fe, un hogar donde todos puedan
acercarse y gustar la alegría del Evangelio. Nuestras Hermandades y Cofradías
han de ser misioneras. Os invito, queridos cofrades, a salir de la comodidad,
de conformaros con lo poco, de hacer siempre lo mismo, de pensar que ya estamos
los que tenemos que estar. Nos seáis grupos cerrados donde nadie se puede
acercar, liberaos de la tentación de sucederos a vosotros mismos, para que los
demás vean en vosotros un Evangelio vivido y se atrevan a vivirlo también
ellos. Vivimos un momento muy importante para la evangelización, en este
momento no se necesitan “generales de ejércitos derrotados” sino “simples
soldados de un escuadrón que sigue luchando” (cf. Evangelii Gaudium, 96).
La Iglesia en salida, dice el Papa,
“es una Iglesia con las puertas abiertas”. Las puertas están abiertas para que
otros puedan entrar, pero también para que nosotros podamos salir. No esperar a
que vengan, sino salir a buscarlos para que vengan y vean el gran tesoro de
nuestra fe, Cristo muerto y resucitado. Es importante acompañar a los hermanos
y ayudarles a descubrir el tesoro de la fe. Salir “no implica correr hacia el
mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar
de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las
urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces como el
padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando
regrese, pueda entrar sin dificultad” (Evangelii Gaudium, 46). Los demás deben
ver en nosotros una fe profesada en su integridad, celebrada en verdad y con
sencilla solemnidad, y vivida en el cada día.
Cofradías en salida, porque esa es
vuestra vocación, para llevar el Evangelio a la calle a través de las sagradas
imágenes de los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor y de su
Santísima Madre, la Virgen María. Cofradías en salida para que todos puedan
conocer y gustar la alegría de la salvación que nosotros ya conocemos y
gustamos.
El segundo tema que os propongo es
recurrente de otras cartas, pero fundamental para los cristianos, me refiero a
la caridad.
El
mensaje del Papa para la Cuaresma de este año se inspira en la segunda carta del
apóstol San Pablo a los Corintios: “(Cristo)
se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza” (8,9). Este es el estilo de
Dios, se hace pobre para que nosotros seamos ricos. Su riqueza, la que nos
enriquece, es su modo de amar, un amor cercano, compasivo y lleno de ternura.
La caridad es Dios mismo que es amor. Por eso vivir en Dios es vivir en el
amor, vivir la caridad. Amar como Dios ama.
Estamos llamados, queridos cofrades,
a vivir en la caridad y vivir la caridad para con los hermanos. Hemos de
trabajar para aliviar las miserias humanas. Hay tres tipos de miseria: la
material, la moral y la espiritual. A las tres ha de llegar nuestra caridad, porque
las tres destruyen al hombre cuando se viven en la falta de confianza, de
solidaridad y de esperanza. Y esto hemos de hacerlo cada uno particularmente,
pero también como Hermandad. Sé que las cofradías, en general, os habéis tomado
en serio la caridad, y de hecho tenéis una acción caritativa que crece cada día.
Os lo agradezco de corazón y os invito a seguir por este camino. La caridad
hace creíble la fe. Una Hermandad que no vive la caridad, que no la practica,
no es creíble ni evangeliza.
Al llegar al final de mi carta, no
quiero dejar de recordaros la importancia de vivir como verdaderos cristianos. Para
que así sea, os invito a rezar cada día, a santificar el domingo participando
en la Santa Misa, a confesar vuestros pecados con frecuencia, a vivir en
comunión con la Iglesia y ser generosos con los hermanos.
Sigamos mirando a Santa María, la
Madre del Señor; ella viene con nosotros también en el camino hacia la Pascua. Que
su poderosa y materna intercesión nos ayude cada día a mirar a Cristo, origen y
meta de nuestra fe.
Con mi afecto y bendición
+
Ginés García Beltrán
Obispo
de Guadix
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